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Julio Rodiño Durán

Director Editorial

Edición

Horticultura: El rubro que evoluciona

Aunque parezca obvio remarcarlo, dos actividades ligadas a la naturaleza misma del hombre y su medio fueron fundamentales para condicionar la forma en que viviríamos más tarde en sociedad: la maternidad y la agricultura. La primera, una condición, y la segunda una actividad propiamente tal. ¿Qué tienen en común ambas? Las dos necesitan de un tiempo determinado para que la naturaleza realice su misión y quehacer biológico y así entregue su fruto. Tiempo de procrear y tiempo de fructificar. Casualidad o no, el promedio entre siembra y cosecha de los cultivos hortícolas es de nueve meses. Extraordinariamente este tiempo de “espera y desarrollo” finalmente condicionó la historia del hombre para organizarse de una manera distinta a ser nómade o errante. De esta estabilidad física nace finalmente la preocupación del hombre por los procesos y su cuidado.

Surge entonces a partir de este “establecerse”, el germen de lo que más tarde sería la propiedad privada y el ordenamiento jurídico y social de las comunidades modernas.

La agricultura proliferó muy rápido como la primera actividad productiva masiva del hombre hasta convertirse en una actividad vital para la vida de nuestra sociedad contemporánea. Los primeros cultivos fueron granos como el trigo y la cebada pero más tarde se llegó a la horticultura, que condujo a ampliar enormemente la variedad nutricional de alimentos disponibles.

Si usamos la definición anglosajona del término “horticultura”, esta disciplina representaría hoy por lejos la principal actividad económica agrícola en el mundo. Sin embargo, existe quizás a nivel de público general una pequeña confusión sobre este término a partir de un uso muy distinto entre el mundo anglosajón y el latino. En el primero se suele incluir en la horticultura a la fruticultura y plantas ornamentales e incluso la floricultura. Sin embargo, en el ámbito latinoamericano y español (sobre todo en el nacional, a nivel general) se usa este término para referirse a la técnica o disciplina agrícola que se encarga del cultivo de lo que nosotros llamamos hortalizas, es decir vegetales o frutos provenientes de huertos de cultivos bajos y mayormente anuales. Lo que en anglosajón es la olericultura. Para nosotros…, las menospreciadas verduras del verdulero.

En Chile la horticultura siempre fue vista como el hermano pobre del negocio agrícola. Considerada como un rubro menor por ser a lo que se dedican miles de pequeños agricultores que dedican porciones de tierra de menor extensión a esta actividad y porque los precios de sus productos presentan una volatilidad muy alta a nivel interno. Sus economías de escala, rápida disponibilidad de flujo anual y menor necesidad de volumen global de capital son principalmente las razones de esta estructura socio-económica agrícola. Sin embargo, sin estos pequeños agricultores no podríamos tener ni en cantidad ni en variedad, la alimentación que tenemos hoy en día.

Poco a poco y por necesidades de mercado, la horticultura ha ido ganando terreno en agricultores con un perfil distinto al tradicional. Profesionales del agro con un alto nivel educacional, conectados al mundo y muy orientados a la innovación pero sobre todo con un concepto distinto de lo que debe ser la gestión comercial de estos productos. Tal cual lo hicieron sus antiguos predecesores, son agricultores que han desarrollado un modelo de negocio a partir de un cambio de paradigma y de derribar prejuicios.

En esta edición de Mundoagro presentamos algunos ejemplos dignos de destacar. Esperamos que esta muestra sea representativa de una nueva generación de “hacer cosas” en la agricultura.

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