Hasta el 2017 se estimaba que 700.000 personas al año fallecían por infecciones resistentes a los antimicrobianos (RAM, por sus siglas en español). Según la sexta edición del informe “Perspectivas del Medio Ambiente Mundial”, llamado GEO-6 por sus siglas en inglés, que se presentó la segunda semana de marzo de 2019 en coincidencia con la IV Asamblea de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente celebrada en Nairobi (Kenia), al año 2050 esta condición de resistencia y vulnerabilidad clínica se convertirá en la principal causa de muerte a nivel mundial.

Los antimicrobianos son medicamentos esenciales para la salud humana y animal que se utilizan para combatir microorganismos (bacterias, hongos, virus y parásitos) o detener su crecimiento. Se utilizan para tratar una extensa variedad de enfermedades infecciosas e infecciones transmisibles entre animales y personas. Pero además se utilizan extensivamente en producción animal para el tratamiento de animales enfermos o para evitar que las enfermedades se propaguen al interior de los recintos de producción. Además del ganado, hoy en día se emplean en acuicultura y piscicultura. Una de las formas más extensivas en que se utilizan los antimicrobianos es a través de bajas concentraciones en la alimentación animal como una forma de estimular el crecimiento, una práctica cada vez más criticada pero aun relativamente habitual. Los antimicrobianos promotores del crecimiento (APC) son sustancias que se añaden a las raciones alimenticias animales con el fin de aumentar su tasa de crecimiento y el rendimiento de la producción; sin embargo, hay estudios que prueban que finalmente reducen drásticamente el microbiota intestinal natural, que compite con el huésped por los nutrientes, y las bacterias intestinales patógenas, que pueden aminorar el rendimiento al causar enfermedades subclínicas.

Se habla de resistencia a los antimicrobianos cuando un microorganismo se vuelve resistente a un agente antimicrobiano al que antes era sensible. Frecuentemente este problema está producido por un uso excesivo o mal uso de los antibióticos, factor que desencadena en un tratamiento ineficaz y, por tanto, en un mayor riesgo para la salud. Algunas de las bacterias que ya han adquirido resistencia son Staphylococcus aureus, E. coli, además de Salmonella y Campylobacter. Los microorganismos RAM pueden desarrollarse en nuestras cadenas alimenticias y moverse entre animales y humanos por exposición directa, consumo o presencia en el medio ambiente. Esto hace que la RAM sea un problema que traspasa las fronteras sectoriales y que requiere una respuesta coordinada basada en el concepto de “una sola salud” mundial.

El hecho de que al año 2050 se pueda convertir en la primera causa de muerte a nivel mundial nos debe hacer reflexionar a todos los que de alguna manera estamos involucrados en la producción animal y humana para tomar medidas que eliminen esta amenaza. La resistencia antimicrobiana (RAM) es un real peligro global para la salud pública, la seguridad alimentaria y la inocuidad de los alimentos, así como para la vida, la producción animal y el desarrollo económico y agrícola. Ya desde al año 2010, la ONU a través de la FAO, la OMS, y la OIE (Organización Mundial para la Sanidad Animal), han formado una alianza en la que sus objetivos centrales son: 1.- Asegurar la eficacia en el tiempo de los agentes antimicrobianos. 2.- Promover el uso responsable de estos agentes. 3.- Asegurar el acceso a nivel global de medicamentos de alta calidad. Un área de enfoque clave son las brechas de información crítica. Existen solo unas pocas redes que rastrean los datos sobre la resistencia a los medicamentos a nivel global y algunos países carecen de instalaciones de laboratorio que puedan identificar con precisión microorganismos resistentes. Esta es una tarea de todos que merece nuestra atención inmediata. Los invito a informarse en profundidad en la nota publicada en MUNDOAGRO en la edición número 104, página 58, escrita por Michel Leporati: https://mundoagro.cl/ revistas/104/.